miércoles, 25 de mayo de 2011

Ser madre


Con frecuencia nos preguntan, a las mujeres, si trabajamos y dónde. Si contestas que trabajas en casa, cuidando a tus hijos, sonríen condescendientes: “o sea que no trabajas”.Claro que trabajo, trabajamos todas, dentro o fuera de casa, en la labor más importante que se puede desarrollar en esta sociedad, trabajamos “construyendo” personas, convirtiendo ese trocito de carne que nos entregan en la sala de partos en hombres y mujeres hechos y derechos. Pero ¿qué es una madre?

Tomaré la definición de una hojita que nos distribuyeron en una parroquia, al asistir a la Santa Misa, con ocasión del Día de la Madre, hace años.

Madre es una mujer que entrelazó sus manos con las manos de un hombre para formar entre ambos una cuna.

Madre es una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor, y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados.

Madre es una mujer que, si es ignorante, descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio, y, si es instruida, se acomoda como nadie a la simplicidad de un niño.

Madre es una mujer que, siendo vigorosa, se estremece con el vagido de un bebé y siendo débil sabe revestirse a veces con la bravura de un león.

Madre es una mujer que, tal vez enseñe al hijo pocas cosas, pero aquellas que le enseña son las que marcan el sentido de cuanto después aprende.

Madre es una mujer, con un poder tan grande, que solo ella, ella solamente, es capaz de borrar de este planeta esa triste figura que a todos impresiona y que se llama huérfano.

Madre es una mujer con un destino y vocación tan ineludibles que hasta el mismo Dios quiso sentir la cálida emoción de necesitar una.

Madre es todo eso…y aún mucho más. Y por eso, justamente por eso, tengo el orgullo de, además de ser mujer…

¡SER MADRE!

lunes, 16 de mayo de 2011

Celebramos Santa Juana en Vía Cornelia



Como habíamos anunciado en nuestro boletín SEGUID, el sábado, día 14, hemos celebrado las antiguas alumnas, la fiesta de Santa Juana.

Comenzamos con una Eucaristía, oficiada por el P. Antonio Escudero, S. J. que pronunció una homilía muy interesante sobre las virtudes teologales en Santa Juana: la Fe en todo lo que emprendía; la Esperanza, incluso cuando veía los caminos cerrados; y el amor hacia todos, olvidándose de sí misma y dándolo todo a los demás. Las hijas de dos antiguas alumnas, Patricia Martínez Bárcena a la flauta travesera y Lucia Diego Solana al violín contribuyeron con sus interpretaciones a la solemnidad de la celebración.

Seguidamente, en la sala de Juntas, Emma nos dirigió unas palabras y nos mostró una reliquia de Santa Juana, que fue pasando de mano en mano, con veneración, mientras nuestra amiga Juliana Manso nos ayudaba a orar con el canto de "Si te falta el amor...". Las más pequeñas, hijas de antiguas alumnas, mostraron gran curiosidad por la reliquia.

Continuamos con una animada charla, “compartiendo mesa y mantel”, comentando problemas y situaciones y perfilando los viajes que tenemos previsto realizar este año, para lo cual, ya había unas listas provisionales de inscripción.

Uno de los temas más preocupantes que se trataron entre nosotras, fue el de la precariedad en el trabajo y el paro. Me viene a la mente, la reflexión de un antiguo alumno salesiano, de Portugal, que dijo: “Ni un solo antiguo alumno sin trabajo”, añadiendo que si de verdad hay un espíritu de solidaridad entre antiguos alumnos, entre ellos los hay profesionales y empresarios que pueden ofrecer trabajo a los antiguos alumnos menos favorecidos. Años más tarde, con motivo de una reunión de la CEAEC, en Godella, Valencia, he visto el mismo lema en las Escuelas Profesionales Luis Amigó, “Ni un solo antiguo sin trabajo” y me consta que lo ponen en práctica. Podíamos ir pensando nosotras en algo parecido y no sólo pensando, sino poniéndolo en práctica.

En la sección de fotografías de este blog, publicamos algunas de esta celebración.

martes, 3 de mayo de 2011

Santo Súbito



















Todo el mundo coincide en que el nuevo beato Juan Pablo II fue una de las figuras más relevantes del, ya terminado, siglo XX. Ejemplo de creyente comprometido y luchador por la justicia social, para unos. Showman anclado en ideas de otro tiempo, para otros.

Lo que nadie discute fue su capacidad para acercarse a la gente, para mostrar el rostro humano y cercano de una jerarquía eclesiástica que permanecía en sus palacios, entre libros y ornamentos religiosos.

Este Papa bajó a la calle, estrechó manos, compartió abrazos y nos hizo ver que a Dios se le puede rezar igual en la Catedral de Santiago que en una favela de Río de Janeiro.

Controvertido, incluso dentro de la propia Iglesia, levantó su voz por aquello que consideraba justo y, ni siquiera la enfermedad, consiguió acallarlo.

Su gran mensaje: “No tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo” resonó a lo largo y ancho del mundo y acercó a la Iglesia a un buen número de jóvenes que se iban separando poco a poco, logrando ilusionarles con el mensaje, siempre nuevo, de Jesús.

Pero, sobre todas las cosas, dio al mundo una lección al mostrarse enfermo y cansado, cuando apenas podía sostenerse en pie, apoyado en su báculo, aferrado a una cruz que aceptaba y sufría.

En un mundo en el que parece que sólo tienen cabida la juventud y la belleza, donde se priman las apariencias por encima de los valores, él nos hizo enfrentarnos a la realidad que tratamos de ocultar: la de tantos millones de personas que sufren y a las que no se dedica ni un minuto de los telediarios.

Puso a esa gente invisible a la vista de todos y nos hizo entender lo que es el amor llevado hasta el final.

“Quién lo probó, lo sabe”